Cuando
se elimina un bosque y el terreno es destinado, por ejemplo, a la
explotación agrícola o ganadera, disminuye en gran medida la capacidad
de la superficie terrestre para controlar su propio clima y composición
química.
Los
árboles crean oxígeno, elemento que sabemos bien, necesitamos para
respirar. Esa sola circunstancia parecería motivación suficiente para
dejarlos intactos. En calidad de pulmones del planeta, los bosques
trabajan las 24 horas para extraer el dióxido de carbono del aire
(proceso denominado “captura de carbono”) y brindarnos oxígeno a cambio.
En
nuestros días, muchos científicos preocupados por el cambio climático
investigan toda clase de ardides intrincados, caros y artificiales para
capturar el carbono de la atmósfera con la esperanza de moderar el
cambio climático. A mí me parece un despropósito. Ya tenemos un sistema
natural que, además de capturar el carbono de la atmósfera, nos brinda
el tipo exacto de aire que necesitamos para respirar: el sistema de
nuestros árboles. ¡Y sus servicios son gratuitos! No puede pedirse mucho
más.